Todos sabemos que a los niños se les debe educar en valores. A la mayoría de nosotros se nos pueden ocurrir valores básicos que debiera tener la sociedad y el mundo ideal, como por ejemplo: igualdad de derechos entre personas, rechazo a todo tipo de discriminación, respeto entre todos y a todas las culturas, etc.
Sin embargo nos encontramos con un problema, salimos a la calle y de pronto queremos ser los primeros en salir del autobús, nos irrita ese coche despistado que circula tan lentamente, dejamos que nuestra pareja haga todas las tareas mientras nosotros descansamos, etc. y así día tras día ante la atenta mirada de los niños que, ya se sabe, lo absorben todo como esponjas.
Como es sabido los niños están aprendiendo continuamente de sus padres y madres, no sólo lo que estos les cuentan sino, sobre todo, lo que ven en ellos, cómo actúan, cómo reaccionan ante los problemas... Por ello, la mejor forma de trasmitir valores es no aplicar la tan popular frase de “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”. Si queremos un mundo mejor hay que empezar por crearlo nosotros mismos y “hacer lo que decimos”.
Hay que tener presente que los valores no se trasmiten por arte de magia, ni se enseñan independientemente del resto de las cosas; sino a través de la cotidianidad, del ejemplo práctico, del comportamiento en el día a día.
La coherencia entre los valores que se quiere trasmitir y la forma en que se actúa es fundamental. El ejemplo que den los padres y madres en su forma de relacionarse con los demás, de pedir las cosas, de repartir lo que les gusta, de renunciar a algo, de defender a alguien, etc. es lo más importante.
Los niños tienen la base de su vida en su familia para crecer equilibrados, satisfechos y seguros de sí mismos, siempre que las relaciones que se vivan en esa familia sean sanas y sin ansiedad.
Hay que tener presente que los valores no se trasmiten por arte de magia, ni se enseñan independientemente del resto de las cosas; sino a través de la cotidianidad, del ejemplo práctico, del comportamiento en el día a día.
La coherencia entre los valores que se quiere trasmitir y la forma en que se actúa es fundamental. El ejemplo que den los padres y madres en su forma de relacionarse con los demás, de pedir las cosas, de repartir lo que les gusta, de renunciar a algo, de defender a alguien, etc. es lo más importante.
Los niños tienen la base de su vida en su familia para crecer equilibrados, satisfechos y seguros de sí mismos, siempre que las relaciones que se vivan en esa familia sean sanas y sin ansiedad.
Los maestros también son un modelo a seguir para los niños, por ello deben actuar de manera ejemplar para poder transmitir esos valores tan deseados: respeto, tolerancia, amor, igualdad, etc.